Hubo un acontecimiento en el interín de la conclusión de estas odiseas. Luego de mi beca en Beijing, me hicieron una cirugía pesada y pasé días en cama. De aburrimiento tomé mi celular y me puse a contar una leyenda griega utilizando una capucha de panda que me traje de China. Para mi sorpresa, la gente se encantó y no dejé de practicar estos encuentros sobre narraciones hasta el día de hoy. Conformé una comunidad internacional de amantes de las historias que se autodenominaron “pandilivers” con quienes comparto mis pasiones. Sin ellos, las aventuras en Brasil no hubieran sido posibles, pues fueron quienes me animaron a seguir las lecciones de los héroes y vivir mi propia historia.

Con el impulso de mis seguidores pasé los últimos años viviendo en São Paulo, donde tuve el desafío de vivir sola manteniéndome exclusivamente con mi creación de contenido y como educadora a distancia, enseñando idiomas a un inicio y marketing hasta hoy. Con el tiempo consolidé mi propia agencia de soluciones digitales en Brasil y tuve la dicha de poder celebrar historias épicas que varias empresas de todo el mundo que se animaron a crear conmigo